Cada vez que escuchamos música, el circuito comunicativo se pone en marcha. A continuacion una reflexión sobre este tema, remake de una nota que escribi alguna vez. Espero sirva para pensar un poco. Es un poco larga, lean cuando tengan tiempo.
El circuito comunicativo
Repensando el tema de la escucha musical, y basados en el circuito de la comunicación (ya saben, Emisor – Mensaje – Receptor y revisitado como Compositor – Obra – Escucha) hay tres líneas que a grandes rasgos podemos transitar.
Si nos centramos en el polo de emisión, sospecharíamos que quizás es quien produce la obra el que determina qué se trasmitirá en ella. Si nos centramos en el mensaje, cabe preguntarse si la obra tiene vida propia, es decir trasmite en si misma alguna cuestión que va más allá de creador y oyente. Finalmente aproximándonos desde el lado de la recepción, podemos tratar de comprender si es el oyente quien completa el proceso aportando significados y proyectando sobre el material sonoro parte de su propia historia personal y sus roles sociales.
En cuanto a la concepción musical centrada en el compositor, si bien hay obras que pueden ser compuestas pensando exclusivamente en la expresión propia (sea tanto de sentimiento como de procesos altamente racionales), es innegable que hay siempre un oyente implícito, sin el cual, no podría haber hecho musical. Ese oyente implícito puede ser un oyente ideal, el mismo compositor, un grupo concreto de personas o incluso alguien en particular en quien el compositor piensa a la hora de componer. El autor siempre concibe a la música como una posibilidad de compartir su propio mundo subjetivo, sea con uno o más seres humanos sensibles.
La segunda aproximación, que se centra en la obra en sí misma, puede parecer la más ideal u anacrónica, en una era donde el hecho comunicativo ha ganado en reconocimiento y en donde las instancias socio-culturales y psico-subjetivas son altamente tenidas en cuenta en los fenómenos de producción, distribución y consumo de una obra. Aún así, no deja de asombrar que determinadas “obras maestras” sigan conmoviendo de manera unánime sin importar el año, la cultura ni el lugar en donde se escuchen. Incluso muchas veces, la primera audición de una obra totalmente desconocida genera una atracción que es difícil de explicar remitiendo a experiencias anteriores del escucha quien se vuelca a pensar que hay algo que lo excede y esta allí en esa música. Que nos sale al encuentro y nos conmueve.
Acercándonos al tercer enfoque, debemos subrayar que de hecho no hay carga semántica específica previa (un significado estruicto) asociada a una determinada música. Más allá de determinadas convenciones (acordes y tonalidades específicas asociadas a sentimientos como tristeza, melancolía, miedo, etc.) no hay una transmisión de mensaje con un código de signos escindidos entre significados y significantes.
Aquí cobra entonces vital importancia el rol de quien escucha, con la percepción que realiza y la asociación con músicas anteriores que pueda asemejarse en la perspectiva de escucha del sujeto (relacionada con experiencias previas y su competencia musical específica)
miércoles, 2 de enero de 2008
La comunicación musical
Publicado por
bb
en
8:14
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1 comentario:
Conclusion... lo que para alguien es una obra maestra, para otro puede ser una "chonga" (y visceversa). Pasa todo el tiempo! la predisposición (intelectual, anímica, etc) del receptor con respecto a la obra es escencial para generar una crítica. Por eso este puto mundo no se pone nunca de acuerdo!
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